Todo ying tiene su yang, toda rosa tiene sus espinas, todos tenemos algún que otro defecto y no hay mal que por bien no venga pero es mal al fin. Siempre tenemos un muerto en el placar, algo que no sale a la luz, un par de secretos y miles de mentiras. Buscamos nuestro bien, como animales, solo nuestra propia satisfacción y placer es importante; y no me vengan con esa pelotudes de “Lo hago por vos, por tu bien” porque es puro verso. A veces ese bien que necesitamos de forma egoísta es otra persona, su presencia, su compañía, su contención, su mirada, sus palabras, sus abrazos y comenzamos a actuar como si solo nosotros sintiésemos, como si solo nosotros tuviéramos el derecho de querer. Y ahí es cuando dañamos sin la intención de hacerlo, solo por nuestra (no sé porque redacto en plural si escribo sobre mí una vez mas) actitud de “Ahora te quiero, ahora no te quiero”.
No es que sea intencional, es que es una costumbre. No es que quiera hacerlo, es que te necesito. No es que quiera volver el tiempo atrás, es queme es indispensable los ambientes libres de tensión. No es por maldad, es que tenes demasiada bondad. No pienso en que decir, siempre tengo algo que decirte. No es que te odie, pero te haces odiar. No es que no te quiera, es que ya no quiero quererte. No es que no quiera quererte, es que el aire esta espeso falta lugar para acomodar ideas. No es que este confundida, es que vos me confundís.
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