Nos ubicamos temporalmente en el mes de octubre, del año 2011 y todavía no entiendo cómo es que los años ahora se me pasan como suspiros cuando antes un mes me resultaba eterno.
Me deja perpleja ver que ya tengo mis escasos quince años. Me desilusiona muchísimo recordar mis metas, mi capacidad de soñar con superarme y la confianza en mí misma que alguna vez tuve. Toda esa energía gastada en imaginarme como famosa, modelo, patinadora olímpica o millonaria que hoy reconozco como objetivos inalcanzables. Esa tendencia de nunca bajar los brazos, de siempre ir de frente y no dejarme derrotar por mis fantasmas. Porque el tiempo te cambia, para mal a veces, y acá estoy siendo yo mi propio enemigo quien más me falla y abandona en los momentos de mayor importancia.
Estoy agradecida de mirar 5 años atrás y no encontrar a ciertas personas que hoy me son indispensables para vivir y en ese vistazo al pasado ver a quienes estuvieron siempre. También de de se haya producido un cierto cambio (no solo físicamente sino actitudinalmente y psicológicamente) en mi y en toda esa gente de mi alrededor que hace que comprenda mejor cada hecho, cada acción, cada movimiento, cada estrategia del ser humano para alcanzar siempre nuestros propios y egoístas intereses.
Reconozco que en ocasiones me gustaría volver el tiempo atrás o simplemente sacar el sector de mi cerebro que razona y analiza los comportamientos de quienes están a mi lado día a día. Sacar también esa obsesión con la perfección tan ciega o tan hueca. Poder ser quien quiero, no quien me dijeron una vez que tenía que ser.
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